Roy nunca imaginó que se quedaría sin hogar. Pero después de que su salud diera un vuelco, perdió su trabajo, luego sus ahorros y todo lo demás...
No hace mucho, Roy se sentía cómodo. Aunque no era rico, tenía trabajo, casa propia y todo lo necesario para salir adelante. Sin embargo, empezó a sufrir fuertes dolores en manos, brazos y hombros. Cuando la cirugía no resolvió sus problemas, el dolor empeoró tanto que ya no podía trabajar y tuvo que dejar su empleo.
Al no poder pagar su apartamento, Roy se fue a vivir con un amigo. Pero su amigo también tenía problemas económicos, y pronto tuvieron que abandonar el piso. Después de eso, Roy no tenía adónde ir.
Obligado a vivir en su coche, Roy encontró un parque con baños públicos, pero no mucho más. "Durante ocho meses no pude ni ducharme", recuerda.
Un día de verano, cuando Roy conducía por la autopista, se le estropeó la transmisión. Sin dinero para pagar a una grúa (y mucho menos a un mecánico), perdió la última de sus posesiones terrenales y su vida fue de mal en peor. "Básicamente estaba en la calle sin nada", dice.
"Tenía calor. Estaba cansado. Estuve una semana a 110 grados y perdí mucho peso. Estaba al final de la nada".
Durante su estancia en el parque, Roy había llegado a conocer a Dave, un gestor de casos de Phoenix Rescue Mission que realizaba actividades de divulgación en la calle en uno de nuestros vehículos Hope Coach. Dave visitaba habitualmente el parque, donde proporcionaba agua y artículos de higiene y se ganaba la confianza de la gente.
Sin ningún sitio adonde ir, Roy decidió pedir ayuda a Dave. "Dave me preguntó: '¿Confías en mí?' Le dije que sí. Y me trajo aquí, a la Misión".
Roy llegó con lo puesto. Pero gracias a la generosa ayuda de amigos como usted, pudimos cubrir todas sus necesidades. Roy recibió ropa limpia y alimentos nutritivos. Tuvo un lugar seguro donde dormir y asesoramiento personal. Roy también puso su fe en Jesús. "Cristo dijo que cubriría todas nuestras necesidades, y la Misión lo hace en su nombre. Me ayudaron a recuperar mi carnet de conducir, mi tarjeta de la Seguridad Social, mi partida de nacimiento y mucho más".
En la Misión, Roy experimentó un amor y un respeto auténticos, que influyeron profundamente en su vida. "En la calle, todo el mundo está ahí para sí mismo", dice. "Pero aquí todo el mundo se abraza y se quiere. Aquí te dan las herramientas para seguir adelante. Empiezo de cero".
Roy sigue expresando su gratitud por la ayuda recibida y por los amigos fieles como usted que la hacen posible. "El apoyo de los donantes lo es todo para mí", afirma. "De lo contrario, no estaría aquí. Puede que ni siquiera estuviera vivo. Estar aquí me ha hecho mejor persona y me tiene deseando caminar con Cristo."