Gracias a sus oraciones y apoyo, Pete experimentó la Esperanza de las Fiestas por primera vez en años...
Cuando Pete crecía, la vida giraba en torno a la familia. Su hogar estaba lleno de amor y las fiestas eran alegres.
Pero también hubo complicaciones, y Pete cayó en el grupo equivocado cuando era adolescente. Empezó a salir de fiesta, se metió en las drogas y sufrió años de adicción y falta de hogar. Su comportamiento provocó una ruptura extrema con su familia. "En Acción de Gracias, no me dejaban entrar", recuerda Pete. "Mi madre preparaba un plato de comida y me decía que me fuera".
Finalmente, Pete se trasladó a México, volvió a caer en el grupo equivocado y volvió a consumir. Esto duró hasta los 30 años. En ese momento, dice, "estaba tan harto de mí mismo que me mudé a Nuevo México para empezar de nuevo. Encontré un buen trabajo, me casé y me desintoxiqué".
La vida iba viento en popa... hasta que, en un mal día, Pete recayó. "En seis meses, perdí mi trabajo, mi mujer, mis coches, todo. Acabé de nuevo en la calle".
Sin nada más, Pete se trasladó a Phoenix con la esperanza de reencontrarse con su familia. "Veía a mi hermana y se echaba a llorar... Era la herida y el dolor que veían en mis ojos. Y al ser un adicto, no podía volver a casa. Así que viví en la calle", continúa, sacudiendo la cabeza. "Pasé casi cuatro años allí. Era una miseria tras otra, una forma horrible de vivir. Comía de los contenedores de basura, me despertaba con hormigas arrastrándose sobre mí. Creía que no valía nada".
"Cuando atravesé
las puertas, me sentí muy aliviado", dice. "Me sentí acogido y como si importara".
Reunirse con su familia
Al tocar fondo, Pete finalmente acudió a Phoenix Rescue Mission. "Cuando entré por las puertas, me sentí muy aliviado", dice. "Me sentí acogido y como si fuera importante. Aquí encontré a Cristo y recuperé mi moral y mis valores. Aprendí a aceptarme a mí mismo, a amarme de nuevo. Mis relaciones con mi familia se restauraron y me permitieron volver a casa".
La pasada Navidad, Pete celebró las fiestas con su familia por primera vez en años. "Todo el mundo estaba allí", recuerda. "Cuando empezaron a abrir los regalos, mi madre me llevó a otra habitación llena de regalos. Todos los años que estuve fuera, mi familia me compraba regalos. Mi madre los guardaba todos, esperando a que entrara en razón y me reuniera con la familia. Era abrumador.
Mi hermano me abrazó y me abrazó, y yo me senté a llorar".
Como donante, eso es lo que pretenden sus donaciones: llevar la curación y la redención a los casos más "desesperados" y restaurar nuestra comunidad. "Estoy muy agradecido", dice Pete. "Si no fuera por sus donaciones, no podría reunirme con mi familia. Desde el fondo de mi corazón, gracias".
Gracias a sus fieles oraciones y apoyo, Pete ya no está alejado de su familia. Esta Navidad, su hogar volverá a estar lleno de amor y alegría.