Si no fuera por gente como tú, Ashley no estaría sonriendo.
No estaría poniendo música de alabanza a todo volumen y diciéndole a todos los que conoce que Jesús los ama.
Probablemente ni siquiera estaría viva.
Durante su infancia, Ashley vio cómo su madre era maltratada por un sinfín de hombres. Cuando sólo tenía 12 años, un familiar abusó de ella. Su madre no la creyó. Sin saber qué hacer con todo ese dolor, Ashley empezó a cortarse e intentó quitarse la vida varias veces.
La oscuridad y la desesperación la persiguieron durante años y la llevaron a aceptar paliza tras paliza de los hombres con los que mantenía relaciones.
"Los malos tratos se volvieron muy, muy graves. Así que adormecí el dolor con la bebida y las drogas", dice.
El punto de ruptura
Una noche, cuando Ashley sangraba por otro intento de suicidio, su novio la agarró por el pelo, la sacó de su apartamento, cerró la puerta con llave y se negó a dejarla volver a entrar.
"No sabía qué hacer, así que llamé a la policía y dije que era peligroso",recuerda Ashley.
Aparecieron seis coches patrulla. Ashley estaba tan asustada que echó a correr.
Al final, la pillaron y la detuvieron. Cuando salió de la cárcel, volvió con su novio. Muchas mujeres en situaciones de maltrato lo hacen. Trágicamente, no saben qué más hacer.
Los abusos empeoraron pero, por suerte, el agente de libertad condicional de Ashley le habló de la Misión. Era escéptica, sobre todo porque somos una organización cristiana y ella no creía en Jesús. Pero algo dentro de ella le dijo que viniera de todos modos.
"Me sentí incómoda durante un tiempo, pero poco a poco Dios fue trabajando en mi corazón", dice.
Un día en la capilla, con música de alabanza, todo encajó.
"Sentí al Espíritu Santo, y me di cuenta de que Él había estado planeando este momento exacto para que yo estuviera aquí". Ese día fue hace casi dos años.
El poder transformador de Jesucristo
Mirando a Ashley hoy en día es difícil creer que alguna vez quiso morir. Sonríe todo el tiempo, cuenta chistes cursis y quiere que todo el mundo sepa que, independientemente de lo que hayan pasado o de lo que hayan hecho, Dios les ama. Trabajando como una de nuestras gestoras de casos en la calle, tiene esa oportunidad todos los días.
"Me veo reflejada en muchas de las personas con las que nos cruzamos", afirma. "Seguiré dando el amor que encontré en Jesús a otras personas . . Hombre, Ashley, una creyente, hablando de amor y de Jesús".