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Weston no puede precisar el momento en que su afición al alcohol se convirtió en un hábito. Pero recuerda a su padre llegando a casa del trabajo cada noche y sirviendo copa tras copa. "Tenía todo lo que necesitaba mientras crecía", dice Weston, "pero seguía sintiendo que me faltaba algo".

Alimentado por el alcohol, Weston comenzó una búsqueda de años para llenar esa dolorosa ausencia en su corazón. Dormía en el sofá de un amigo, agotaba su acogida y pasaba al siguiente. Finalmente, esa espiral descendente llevó a Weston a las calles de Phoenix y a la cárcel del condado.

"Sé lo que es ser un indigente en verano", dice. "Entras en las tiendas pidiendo agua y esperas que no te echen. Unas cuantas veces me desmayé por deshidratación y me desperté en el hospital".

Entonces, un día de calor sofocante, algo hizo clic en la mente de Weston. "Estaba cansado de vivir así", dice, "pero no sabía cómo hacer para cambiarlo. Pensé en cometer delitos o incluso en suicidarme para escapar de esa situación".

Afortunadamente, Weston no se dio por vencido. Llegó a Phoenix Rescue Mission, donde la compasión de nuestros donantes lo recibió como un abrazo tranquilizador. "Una vez que me di cuenta de que Dios se preocupaba por mí, vi que su aceptación se reflejaba en los demás", dice Weston. "Encontré una razón para mantenerme sobrio".

Desde que se graduó en nuestro programa, Weston estableció una conexión con su hijo de 6 años, George, por primera vez. Les encanta ir al zoo y jugar al fútbol en el jardín.

"Tenerlo en mi vida es el mejor regalo que podría pedir", dice Weston. "Gracias por ayudarme a cambiar las cosas".